Villaescusa se extiende a los pies de las sierras que conforman el Parque Natural del Macizo de Peña Cabarga. Varios y breves regatos nacen en el entorno de estos montes que coronan altos como Porcilis (272 m), Lastra (258 m), Pico del Espino (229 m) y Alto de Castril Negro (455 m) y señalan el límite con los municipios de Piélagos, Castañeda, Santa María de Cayón y Penagos. Se trata de arroyos como los de Cerroa, Cabidón y Obregón, que atraviesan el valle en dirección noreste y se unen para formar el canal de la Mina y, más tarde, la ría de Solía, uno de los cursos de agua que desembocan en la amplia bahía de Santander y conforma el límite natural con El Astillero.
Situado en el extremo occidental de la antigua Merindad de Trasmiera, Villaescusa perteneció durante el Antiguo Régimen al territorio de las Asturias de Santillana. Tomó parte en el proceso judicial librado contra el señorío laico de los Mendoza y figuró, tras su reversión a la Corona, entre los miembros de la Provincia de los Nueve Valles, instituida en 1630 y base de la futura provincia de Cantabria, articulada a finales del siglo XVIII.
Municipio independiente desde la constitución de los ayuntamientos en 1822, Villaescusa está integrado por los núcleos de población de La Concha, Liaño, Obregón y Villanueva que cubren una superficie de 28 km2, y cuentan con 3.347 habitantes.
Villaescusa atesora un patrimonio industrial de primer orden heredado de las explotaciones mineras que, desde finales del XIX y a lo largo de casi todo el siglo XX, se dedicaron a sacar hierro del macizo calizo de Peña Cabarga. Décadas de actividades extractivas dieron lugar a un espectacular paisaje de pináculos calcáreos rojizos que se extiende entre Penagos y Villaescusa y aloja en la actualidad el Parque de la Naturaleza de Cabárceno.
Historia y Patrimonio
Existen en Villaescusa diversos yacimientos arqueológicos en cuevas, algunos de ellos con manifestaciones de arte parietal, que testimonian la presencia del ser humano en la zona desde el Paleolítico. La situación estratégica de este territorio y la riqueza mineral de su subsuelo aseguraron la continuidad del poblamiento durante el periodo de tiempo conocido como Protohistoria.
Ya en época época romana Plinio escribe que «en la zona marítima que baña el océano hay un altísimo monte que parece increíble, todo él es de metal». Este cerro viene identificándose como Peña Cabarga y en él han aparecido restos de galerías romanas. También se han localizado en este entorno restos de uno de los asentamientos romanos de importancia de la costa cántabra: el llamado Portus Victoriae Iuliobrigensium, que se viene identificando con Santander –también se plantea que la bahía fuera considerada un puerto en su conjunto–, atendiendo a las explicaciones de Plinio, que sitúa el portus entre el río Sauga –identificado como el Miera– y Portus Blendium –identificado como Suances– a cuarenta mil pasos de las Fuentes del Ebro (Fontibre).
Tras el colapso del Imperio Romano, las explotaciones mineras de Villaescusa fueron abandonadas y se retomaron en la Edad Media, con la instalación de ferrerías de monte, también llamadas ferrerías secas, ubicadas junto a las bocas de las minas. Las primeras referencias documentales al valle datan de los primeros siglos del milenio; Villanueva en el año 1088, Liaño en 1209, La Concha en 1249 y Obregón en 1252. Las cuatro entidades formaban el llamado Valle de Villaescusa, integrado en la Merindad de las Asturias de Santillana.
Durante el proceso de señorialización que se produjo en la Baja Edad Media, este territorio cayó bajo la órbita de la casa de la Vega, que logró hacerse con el control de la mayor parte de la Cantabria occidental y cuyas propiedades pasaron a engrosar el inmenso patrimonio de la casa de Mendoza a través de Íñigo López de Mendoza, a la muerte de su madre Leonor de la Vega en 1432, esposa de Diego Hurtado de Mendoza. En 1445, el rey de Castilla, Juan II, confirmó en sus derechos sobre los valles de las Asturias de Santillana a Íñigo López de Mendoza, a quien concedió el título de marqués de Santillana junto al condado de Manzanares.
La oposición a este señorío laico llevó al valle de Carriedo a iniciar un pleito en 1495 en la Real Chancillería de Valladolid; su ejemplo fue seguido medio siglo después (1544) por los valles de Alfoz de Lloredo, Cabezón, Cabuérniga, Camargo, Cayón, Penagos, Piélagos, Reocín y Villaescusa, en un proceso que se resolvió en sentencia y en fallo de revisión en 1581, con su reversión a la Corona. En 1630, estos territorios pasaron a integrar la Provincia de los Nueve Valles, creada en 1630 por privilegio de Felipe IV y dotados de unas Ordenanzas Generales ratificadas por el mismo monarca en 1645 (fueron reformadas en 1760). Los representantes de esta entidad se reunían en Bárcena de la Puente y más tarde en Puente San Miguel de Reocín; la Junta de los Nueve Valles, integrada en el Corregimiento de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar y Trasmiera, está considerada base de la futura Provincia de Cantabria articulada en 1778-1779, reinando Carlos III.
En la Edad Moderna volvieron a ser objeto de explotación los recursos mineros de Peña Cabarga. Así, entre 1622 y 1834, el hierro del macizo abasteció a las ferrerías del entorno y en especial a las fábricas de La Cavada y Liérganes. La invasión francesa y la crisis de los altos hornos de la cuenca del Miera hizo menguar las explotaciones mineras. Su resurgir vino de la mano del desarrollo industrial de finales del XIX y perduró hasta mediados del XX.
Villaescusa es ayuntamiento desde el año 1822, cuando se forman los municipios constitucionales, en pleno Trienio Liberal. Ha estado integrado desde entonces del partido judicial de Santander.