Situada en el municipio de Ribamontán al Mar, se trata de una preciosa y tranquila playa bajo un acantilado de 25 metros de altura que ha ido perdiendo la tradición nudista, aunque todavía quedan algunos fieles a esta práctica.
Los lugareños cuentan que «hace muchos años el cura del pueblo se asomaba al acantilado con algunos vecinos del pueblo para tirar piedras» a los que tomaban el sol en cueros.
Aislada de cualquier núcleo urbano y rodeada de praderas bien conservadas, la playa de Langre resulta ideal para relajarse con o sin compañía.
Detalles a tener en cuenta:
Además, por su habitual oleaje también es frecuente ver a surferos practicando mar adentro.
Cuando baja la marea, la playa queda reducida a menos de la mitad de arena (algo frecuente en las playas cántabras). Así que conviene consultar la tabla de mareas por internet. El acceso transcurre a lo largo de una gran escalera
Dispone de un aparcamiento privado en el que por unos dos euros podemos dejar el coche o incluso la caravana todo el día.
Frecuentada por surfistas dada buena orientación de la playa al mar, su ola se puede calificar como aceptable para este deporte, pues puede alcanzar un considerable tamaño, aunque no aguanta mucho.
En sus acantilados se practica el submarinismo deportivo. De fondo rocoso, alberga a variadas especies tanto animales como vegetales. Aunque la visibilidad del agua para la práctica del buceo sea similar al resto de la Cornisa Cantábrica, que puede ser de media a reducida.